UN RELATO DE TESOROS
ENTERRADOS Y FANTASMAS EN IXCAQUIXTLA
El anciano que hablaba y terminaba de dictar su conferencia lucía
cansado. Solo unas cuantas personas habíamos permanecido hasta el final de la
misma en el curato de la parroquia de San Juan Bautista esa tarde de mediados
de julio del año 2007. El tema que había tratado fue “La historia de los
ferrocarriles que comunicaron a Ixcaquixtla”, el cual me complació,
trasladándome en mi imaginación a un remoto episodio de mi pueblo natal.
El anciano caminó con dificultad hacia la salida del curato, pero mi
cuñado Felipe, que había sido su alumno en el Benemérito Instituto Normal del
Estado muchos años atrás, se identificó ante él y se ofreció a acompañarlo
hasta su domicilio. Apoyándose un poco él en nosotros dos, caminamos hasta una casa
de la calle 2 norte.
-Mi casa está frente al “Botín de oro”_ nos dijo, mientras avanzábamos
por calles poco iluminadas.
En poco tiempo llegamos frente a una casa antigua de paredes de piedra
sin revocar que tenía un zaguán metálico
negro. Nos invitó a pasar y platicar un poco, cosa que aceptamos. Mientras
cruzábamos el amplio patio alumbrándonos con un pequeño encendedor, notamos que
su vivienda era extremadamente rústica y no contaba con luz eléctrica,
En el interior de un modesto cuarto de piedra caliza que en el fondo
tenía una puerta que comunicaba con otro, nos sentamos en torno a una mesa
grande de madera a la luz de una vela.
Su plática amena sobre los hechos del pasado de la región nos cautivó
mientras la noche avanzaba y oscurecía
más el ambiente.
Me satisfacía estar sentado frente al doctor José María Mendoza
Márquez, brillante catedrático, político y además historiador de Ixcaquixtla,
que por diversas circunstancias había nacido en la ciudad de Puebla. La plática
se extendió más de una hora y fue tocando diversos temas.
-“Mi madre nació aquí en el pueblo- dijo- y mi abuelo fue
administrador de la hacienda del Barragán unos años antes de la revolución”. -¿Y qué fue del hacendado?-preguntó Felipe.
- En esos tiempos los revolucionarios de diferentes bandos robaban los
bienes de las haciendas y exigían fuertes sumas de dinero para su causa. Los
hacendados huyeron hacia las ciudades.
-Cuando la situación ya estaba muy peligrosa, el patrón de mi abuelo
se decidió a abandonar el pueblo para irse a vivir a Tehuacán. Antes enterró
gran parte de su dinero en cinco lugares. El primero fue cerca del casco de la
hacienda, pero un trabajador veracruzano de oficio carretonero se dio cuenta
del lugar del entierro y poco después fue a sacarlo.
El segundo entierro lo
encontró el doctor Miguel Ángel Cobos Marín en el piso de su antiguo
consultorio, al hacer una reparación del mismo.
El tercer entierro estaba en la
casa del señor José Vera padre; su
empleada, María Miranda lo encontró bajo el fogón de la estufa de leña que
tenían en la cocina.
El cuarto entierro estuvo en la casa de la señora Evodia
Velasco, y probablemente lo sacaron cuando derribaron dicha casa para construir el nuevo palacio municipal.
Del quinto tesoro que permanece enterrado no voy a hablarles a ustedes. Discúlpenme
pero es una promesa de mi abuelo y de mi padre de no decir nada ni ir a
desenterrar cualquier tesoro.
–Puede
confiar en nosotros, seremos discretos-
No, que va, mi abuelo fue un hombre
derecho y les dijo a su hijo y nietos: “No les voy a decir nunca donde
escarbar. ¿Por qué quieren ir a desenterrar algo que ustedes no enterraron?
Sepan ustedes que ese dinero está maldito, porque fue amasado con la sangre de
los ixcatecos. Mediante una paga miserable los hacendados dominaron a toda la
población durante siglos. Mientras ellos se enriquecían, el pueblo se moría de
hambre. Díganme ustedes ¿qué obra hicieron para el bien de la gente del pueblo?.
Ni una maldita calle empedraron, ningún
centro de salud, el mercado era a la intemperie; jamás pensaron en dotar de agua potable,
educación y otros servicios a la población. Ningún edificio público digno de
una plaza de renombre como lo fue Ixcaquixtla, hicieron jamás. Todo fue saqueo, explotación, maltratos y enviar su dinero a invertir en otros lados. Por eso, el que quiera dinero que
trabaje”
En ese momento se
oyeron pasos en el patio. Luego se asomó a la entrada del cuarto y saludó un hombre como de unos cincuenta años, de
sombrero, bigote, con aspecto campesino.
–Buenas noches-
-Pasa al otro cuarto y espérame- dijo el doctor y así se hizo.
-Maestro, ¿por qué ha usted mencionado varias veces a la Logia Masónica
y a los espíritus? – preguntó Felipe.
- Porque mi padre se afilió a esa Logia en Puebla-
-¿Y usted cree en los espíritus?
- Si. Y desgraciadamente ese es un problema que ahorita me preocupa.
Sepan ustedes que mi padre me llevó un día, siendo yo un niño, a una de sus
sesiones espiritistas. Yo esperaba en una habitación separada, pero la
presencia de algo extraño que yo sentí, me afectó tanto que a partir de esa
noche he recibido la manifestación de diversos espíritus que me han perturbado en
diferentes etapas de mi vida-
Y durante un buen rato nos contó diversas experiencias que le habían
pasado a lo largo de su vida difíciles de creer, pero sin llegar a pensar que
nos estaba mintiendo. Pero lo que me dejó helado fue cuando dijo con emoción
creciente:
-Vengo poco a Ixcaquixtla, siempre solo como en esta ocasión. Pero
créanme que cuando anochece y cruzo el patio de esta casa, un bulto negro me
aprisiona por la espalda y yo sufro y batallo para que me suelte. Le grito, lo
interrogo pero nunca me ha hablado. Por fin logro que me suelte. Me meto a mi
cuarto y me siento más seguro, pero frecuentemente hace ruido afuera como
queriendo abrir la puerta y no me deja dormir. Solamente cuando estoy
acompañado por alguien este espíritu no se manifiesta. Es por eso que tengo que contratar a
un conocido de Clavijero, que es el señor que acaban ustedes de ver, para que
me acompañe. Él se queda en el cuarto de al lado y yo en este. Solo así estoy
más tranquilo.-
-Que cosa tan tremenda-, dijo
Felipe. Pensé que era hora de irnos y con señas se lo dije.
Nos despedimos y mientras cruzábamos con cautela y en silencio el
oscuro patio, abundantes ideas lúgubres llenaban mi mente. Fue la última vez que vi a
este personaje que vivió una intensa,
larga y a veces atormentada vida. En esta fecha ya no está entre los vivos.
J. Salvador Jiménez. Julio de 2016. (normalsalva @ yahoo.com.mx)
Excelente narración y que afortunado de haber conocido al doctor José María Mendoza Márquez, pocas personas valoramos las riquezas de nuestro querido Ixcaquixtla, su historia. Gracias por compartir maestro J. Salvador Jiménez.
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