CAMINANDO POR LAS CALLES DE IXCAQUIXTLA
¿QUÉ SABES DE ESTAS PIEDRAS CIRCULARES?
Por, J. Salvador Jiménez C., 19 de septiembre de 2018
En la primera mitad del siglo XX todavía era común observar en Ixcaquixtla, que gran parte de las casas construidas con piedra caliza no presentaban ningún revoco o repellado en su fachada. Posiblemente la baja economía de la mayoría de los pobladores no les permitía hacer este gasto que se consideraba un lujo. Con frecuencia se intercalaban, como una especie de adorno, algunas piedras redondas de entre 30 y 60 cm de diámetro aproximadamente. Al caminar por las calles, se apreciaban estas piedras en los gruesos muros que sabiamente se construyeron de 5 o más metros de altura, con la finalidad de aminorar los efectos de las altas temperaturas en la temporada de calor.
Recuerdo que pregunté a mis abuelos por qué esas piedras eran diferentes y me dijeron que esas piedras eran muy antiguas. Que habían sido tomadas de tumbas de nuestros antepasados. Se colocaron en las paredes como una forma de reconocer que eran valiosas y con la intención de que ahí duraran por siempre.
Pero en la actualidad solo quedan a la vista unas cuantas. La modernidad cambió la forma de las construcciones y la forma de pensar de las personas. Llegará la fecha en que el olvido no deje ya ninguno de estos pequeños vestigios históricos en la vida cotidiana de los habitantes de Ixcaquixtla.
¿Cómo documentar que pertenecieron a tumbas
prehispánicas? Mi explicación (sin
ser un experto) es, si no me corrigen los lectores, que: …Según apuntes del desaparecido director fundador
de la Casa de Cultura Étnica Popoloca “Xinatitiqui Kicia”, de Tehuacán, Sabino
Carrillo Navarro, en el panteón prehispánico había tres lugares hacia donde
viajaban los muertos: el paraíso, el cielo y el infierno y cuando el hombre
prehispánico fallecía se enterraban junto a su cadáver objetos de cerámica,
collares y placas recubiertas con mosaico y hasta metales.
Entre los
popolocas, se precisa que allá por los años del 900 al 1500 después de Cristo,
se tuvieron tres formas de enterrar y ofrendar.
Para los reyes y
grandes personajes
La primera era la
de los reyes y grandes personajes, a quienes se les sepultaba en un lugar
especial llamado “Easate” que traducido al español quiere decir
“ofrecer”. El Gran Señorío Popoloca de Cuthá (“Máscara”), ubicado en el actual
municipio de Zapotitlán Salinas, tuvo un cerro como lugar de descanso para sus
grandes hombres, en donde se les rendía veneración y respeto. Ahí, se sabe,
fueron enterrados los reyes Xopantecutle: “Señor del Verano” y Xopánatl:
“Agua de Verano”.
Aún cuando no se pueden detallar sus exequias,
debido a que los vestigios arqueológicos están prácticamente destruidos y
muchos han sido saqueados, todavía se aprecia una cripta que, de acuerdo a
datos recogidos, es digna de un rey, así como parte de los escalones
localizados en el lado sur, además de que en la cima del cerro, hay pirámides
de presentación y ofrecimiento, así como pequeñas canchas para las danzas
mortuorias.
Para los guerreros
El segundo tipo de
entierro y ofrenda era para los guerreros. Cuando estos morían en batalla o por
alguna enfermedad, se les enterraba sobre “la vil tierra”. Era un acto solemne,
silencioso y triste, sin bombos ni platillos, y se dejaba que el cuerpo se
“descarnara” por cuatro años, cumplido este plazo, empezaban los preparativos
del funeral, el curandero exhumaba el cuerpo y preparaba la osamenta y los
huesos con resinas especiales de modo que duraran más tiempo.
Se “emparejaba” un
espacio de cuatro metros cuadrados, se hacían a escuadra las esquinas y ahí se
construían una especie de tanquecitos de 60 por 40 centímetros y 50 centímetros
de profundidad. En total eran cuatro tanquecitos que se cree indicaban los
cuatro puntos cardinales, aunque hay otra hipótesis que refiere que esos
tanquecitos servían para poner las ofrendas de la siguiente forma: en la
cabecera del lado izquierdo se ponían los utensilios personales como
pectorales, brazaletes y muñequeras, todo en oro, así como sus armas de ataque
y defensa, por ejemplo, la rodela o escudo, su lanza, el mazo de piedra y de
navajas y su inseparable honda de cuero de venado o de ixtle tejida.
En el tanquecito
derecho de la cabecera le colocaban sus utensilios de uso personal como vasos,
platos, cántaros con agua y no podía faltar la sal. En el tanque de abajo del
lado izquierdo le colocaban algunas planchas de oro o un piso de arena de
oro, se creía que éste era el intercambio o suelto para pagar pequeñas ayudas
que le dieran y no podían faltar uno o dos ídolos que eran sus guardianes o guías.
En el tanque de la
derecha de abajo, se ponían sus utensilios de ornato, como mascarillas, piezas
de forma de animales como el jaguar, el tigre, el águila, todo esto de jade o
jadeita, así como algunas piezas de cerámica policromada.
Los tanquecitos los
pintaban de diferentes tonalidades: el primero de azul; el segundo de gris para
representar el viento; el tercero de verde jade que simbolizaba el agua y el
cuarto de un color crema que hacía alusión a la tierra.
El muerto era
colocado al centro del cuadro y representaba el sol, así, interpretaban las
cinco potencias del universo, ofrendando al difunto todo aquello para su dicha
y eterno descanso.
La ideología de los
popolocas era más bien espiritual, ya que no hacían sacrificios
humanos, pues eran muy respetuosos con la muerte y muy humanos con
sus enemigos, tan es así que los franciscanos en sus relatos refieren que los
popolocas eran muy dóciles y sometidos.
Para los hombres
comunes
La tercera forma era para el hombre común y corriente, quien al
morir, sin importar en qué forma, se le enterraba inmediatamente, se le
envolvía en un petate muy bien “amarradito” en un lugar húmedo, dado que si no
lo hacían así, tenían que mojarlo cada ocho días durante los cuatro años que
duraba la descarnación, una vez cumplido este periodo, empezaban los
preparativos para la exhumación del difunto.
Los encargados del entierro eran personas mayores de
edad, muy respetuosas de los actos del funeral y por su ideología espiritual
usaban un triángulo en partes iguales, en la punta colocaban una rueda de
flores azules y en el centro de ésta rueda una flor blanca que representaba al
cielo: en la esquina de abajo del lado derecho colocaban otra rueda revestida
de verdolaga y al centro una flor azul que representaba el agua; en la última
esquina, otra rueda revestida de flores amarillas que simbolizaban la tierra y
al centro del triángulo colocaban al muerto poniéndole de cabecera una piedra redonda y en los pies otra.
A los lados del difunto se ponía utensilios según su
posición económica y era costumbre que el hombre al morir, si había sido
casado, le pusieran como parte de la ofrenda a su esposa o viuda, a quien
enterraban viva.
Ojalá, por este medio, otras personas dieran más
luces sobre el origen de tan singulares piedras.
Fuentes:
Síntesis digital, 2 noviembre, 2017
https://www.sintesis.mx/puebla/2017/11/02/fastuosos-los-entierros-y-ofrendas-nahuas-y-popolocas/